En un contexto donde ayudar a otros se ve como un acto subversivo, Luca y Mattia, activistas en Roma, luchan por rescatar migrantes en el Mediterráneo. A pesar de la persecución y el espionaje por parte del gobierno italiano, continúan su labor humanitaria. El Papa Francisco ha denunciado la indiferencia hacia las tragedias humanas y ha instado a recuperar el Mediterráneo como un símbolo de fraternidad. La cultura del descarte se impone, pero la esperanza persiste en quienes desafían esta realidad.
Cualquier acto humanitario que desafíe la indiferencia es atacado y criminalizado.
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